domingo, 8 de abril de 2012


ELEVADA RELIGIOSIDAD EN SEMANA SANTA, 
¿CÓMO EXPLICARLA?

DEL BLOG DICHOS Y HECHOS. PÁGINA DE RAMIRO VELASCO. EL SALVADOR.

El ambiente cargado y cargoso de tanta campaña política desapareció temporalmente en El Salvador en estos días. Pero independientemente de tal hecho político, a finales de marzo y principios de abril  con la llegada de la semana santa, cada año se opera un cambio de diskette mental y emocional que permite una verdadera catarsis en la población, especialmente en la más sencilla y pobre.
Como lo he expresado en otros escritos, aún el ambiente natural y climatológico salvadoreño se presta para una celebración en la que lo religioso y ritual se mezcla con lo costumbrista, lo tradicional y hasta con lo mágico.
Desde que comienza la cuaresma, el ambiente físico se vuelve tristón por un sol abrumador mezclado con una tenue nubosidad  que junto a la vegetación seca dan un tono de luz casi amarillento. Unido a ese ambiente, en las zonas donde existen árboles, comenzando por predios baldíos, parques y no digamos en el campo abierto, el canto o más bien la estridencia de las chicharras y chiquirines se convierte en un coro incesante con un dejo de tristeza hasta que llega la noche.
Pero yendo al tema, vale la pena preguntarse ¿cómo es en general el salvadoreño común en cuanto a sus valores religiosos?. En una respuesta rápida se puede decir, que la gente tiene un hondo sentido de creencia en Dios.
Basta ver a un jugador de fútbol de cualquier división para comprobar su elevado sentido religioso desde que toca el césped y se persigna hasta que mete el gol y levanta los ojos al cielo. O cuando alguien participa en un concurso difundido por la televisión para obtener cincuenta dólares o más y expresa su reiterada confianza en Dios para ganarse el premio.
La gente salvadoreña normalmente coloca a Dios de por medio en sus múltiples expresiones, así se escucha a menudo: primero Dios que pasaré el examen; primero Dios que mi madre seguirá mejor; primero Dios que en el próximo sorteo me saque la lotería; etc.
Se puede decir que la masa de salvadoreños cree en Jesús, en la Virgen María y en los santos, aunque de ordinario no frecuenta la iglesia.
Pero en el desarrollo de la semana santa, los salvadoreños del común cambian totalmente su modo normal de ser y asisten a los actos religiosos en forma masiva al conmemorarse  la pasión y muerte de Jesús.
Hay lugares como Sensuntepeque, Cabañas, donde casi el cien por ciento de la gente sale a la calle a participar en la procesión del Santo Entierro o al menos a verla pasar.
Desde el punto de vista emocional, mucha gente salvadoreña alejada durante casi todo el año de las actividades religiosas se vuelca especialmente el jueves y viernes santo en una acción casi de desagravio por sus pecados. Esta explicación la escuché de boca de una persona que permanece en los burdeles normalmente, al ser entrevistada en estos días por un canal de televisión.
Siempre me he preguntado en qué estriba tanta fe y devoción popular durante las celebraciones de la semana santa. ¿Por qué un pueblo de por si violento y agresivo los restantes trescientos días del año  se transforma en esa semana, en un pueblo tan devoto y ritualista especialmente en los sectores con menores recursos económicos?.
Al tratar de buscar una explicación aparece por un lado la educación recibida, sin embargo esa variable no es muy determinante, pues la gran mayoría del pueblo apenas cuenta en promedio con unos años de educación primaria recibida en escuelas públicas estatales donde la enseñanza de la religión es casi nula.
Entonces pareciera ser que lo que mayormente influye son las costumbres familiares y comunitarias heredades de generaciones anteriores en una práctica de actos tradicionales vinculados a un sincretismo religioso católico e indígena que alcanza su culmen el jueves y el viernes santo.
Por otro lado, la Iglesia Católica principal mantenedora de esta tradición, deja campo abierto para la participación de los laicos. Éstos, aglutinados especialmente en las hermandades, cofradías y diversas asociaciones, se encargan de manera casi autónoma de: dirigir y llevar a cabo procesiones de todo tipo con gran sentido simbólico; elaborar alfombras; realizar actos de penitencia en las calles;  arreglar las vestimentas de las imágenes y cargarlas en andas; vestirse con túnicas a la usanza judía y romana, etc.
Además si algo tiene la Iglesia Católica que penetra profundo en la población es ese sentido simbólico con que mezcla sus celebraciones y su liturgia, como son las velas encendidas, el agua bendita, los óleos, las palmas, el incienso, las matracas, los ornamentos color morado,  las imágenes,  algunas tan flageladas como El Nazareno y que aparece en diferentes estampas de dolor hasta terminar en la cruz y después muerto en la urna, la Dolorosa, La Magdalena, etc.
Pero junto a la parte religiosa está también la parte netamente cultural y antropológica social que se refleja en: un acercamiento a la familia o al lugar de origen en esta época, una gastronomía tradicional compuesta por una variedad de comidas propias de la época, un ambiente vacacional casi generalizado para los estudiantes y trabajadores formales y en los denominados días grandes (viernes santo, sábado santo y domingo de resurrección) para toda la población.
Todo lo anterior, hace de la semana santa un tiempo de cierta tranquilidad en el que aflora  lo tradicional y lo costumbrista, pero especialmente lo religioso que lejos de ser olvidado de acuerdo a la lógica modernista, parece ir en aumento año tras año.
No tenemos cifras de los homicidios ocurridos en la semana santa probablemente la cifra se acerque a cero, mientras en semanas anteriores las cifras han sido alarmantes. Todo se debe al milagro que se opera en la mente y en el corazón de la gente ante el triste cuadro de la muerte del Nazareno.
¿A quiénes o a quién atribuir tal comportamiento? Yo sostengo que a esa costumbre y tradición tan enraizada en la gente de celebrar la semana santa a lo salvadoreño.

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